La tarde del 29 de octubre, muchos pueblos de la provincia de Valencia experimentaron una situación de aislamiento casi absoluto. Con los accesos por tren y carretera inutilizados, sin conexión en teléfonos fijos ni móviles, sin Internet y, en muchos casos, incluso sin luz ni calefacción. Estos enlaces con el exterior se han ido recuperando y lo han hecho con mayor agilidad de lo que, durante aquella jornada fatal, hacían prever las señales que, en las entrañas del sistema eléctrico, desencadenaron una sucesión de decisiones que, “en cuestión de minutos” evitó el estallido de un blackout o apagón total que hubiera dejado a la provincia sin suministro eléctrico durante varios días.
EL MUNDO ha reconstruido lo ocurrido en aquellas horas a partir de varias fuentes que aquella tarde vivieron la DANA desde los pulmones energéticos de la región y especialistas conocedores de los protocolos de seguridad de la red eléctrica nacional.
Antes de continuar, el lector debe tener claras dos cosas. La primera, que la red eléctrica se divide en redes de transporte, amplias autopistas de alta tensión que guían la electricidad desde los puntos de generación y que gestiona Red Eléctrica, y redes de distribución, que son las carreteras comarcales de menor potencia que dan servicio, por ejemplo, a una manzana o a una urbanización concreta.
La segunda, que los sistemas eléctricos nacionales de toda Europa, desde los montes Urales hasta Gibraltar, funcionan a la misma frecuencia, 50 hercios (Hz). Mantener esa frecuencia en todo momento es clave para que el sistema entero no colapse y, para ello, constantemente, debe existir un equilibrio dinámico entre la generación y la demanda, es decir, que no se quede ninguna parte del mercado sin cubrir, sin que la oferta supere tampoco a las necesidades de consumo. Esto lo supervisa y monitoriza Red Eléctrica a lo largo de todas y cada una de las 24 horas de los 365 días del año. Por su parte, las tres centrales de generación (Cofrentes, La Muela y Castellón) que mantuvieron con vida el suministro en Valencia la tarde de la DANA están gestionadas por Iberdrola.
Valencia tiene tres conexiones al resto de la red eléctrica nacional de transporte (Cartagena, Tarragona y Castilla-La Mancha) por las que entra y sale electricidad. Cuando se desata la DANA y empieza a llover “como no se había visto nunca” en el territorio, ocho líneas de transporte quedan inutilizadas y la subestación de Catadau sufre serios incidentes eléctricos ante los que se protege quedándose fuera de servicio para evitar un cortocircuito. ¿El resultado? Valencia se queda sin alrededor de la mitad de su capacidad de interconexión, acercándose a lo que se conoce como “situación de isla”.
La central nuclear de Cofrentes fue la primera en dar señales de alarma. Se trata de la principal fuente de generación de la comunidad, con una producción anual (2023) equivalente al 44% del consumo del territorio. La caída de líneas alteró completamente las condiciones eléctricas normales, estresando sus sistemas. Antes de que la central activase sus sistemas de protección eléctrica (como los que existen en cualquier casa), lo que la hubiera dejado fuera de servicio, la jefa de turno decidió bajar carga, aliviando así la presión sobre la central, lo que le dio estabilidad y le permitió seguir funcionando correctamente, aunque a menor potencia. En Cofrentes todavía no sabían lo que estaba pasando fuera.
Cuando Cofrentes baja carga, el sistema valenciano tiene aún menos electricidad disponible. Se activa el siguiente paso: poner a funcionar la central hidroeléctrica de bombeo de La Muela, que ejerce como una batería gigantesca. Es Red Eléctrica la que da la orden de que La Muela empiece a bombear al percibir una caída de potencia. En menos de tres minutos, pasa de cero a operar a pleno rendimiento.
Pero todavía no es suficiente, sigue habiendo una brecha peligrosa entre oferta y demanda que obliga al operador del sistema a dar una segunda orden: activar la central de ciclo combinado de Castellón. Esta se encontraba parada, pues no había resultado necesaria ese día hasta ese momento. Una central de ciclo combinado, que quema gas para generar electricidad, puede producir a plena potencia en cuestión de minutos si ya está en marcha. En frío, el proceso se retrasa entre dos y seis horas. La situación sigue siendo crítica y no es posible descartar un blackout si no se reequilibra el sistema. Red Eléctrica llama, persistentemente, cada pocos minutos: “¿Ya está en marcha?”. Finalmente, la central de Castellón pudo estar operativa en tres horas, la mitad del tiempo máximo estimado.
Alberto Carbajo, ex director general de Operación de Red Eléctrica (2004-2012) y actual miembro del comité asesor de LLYC, afirma que una de las ventajas que tuvo Valencia es que contaba con Cofrentes, “una central potente que mantuvo la generación pese a la caída de las líneas”. “Lo bueno del sistema eléctrico español es que tiene unosprotocolos de actuación que hacen que sea muy robusto, responde en menos de unos minutos porque es que en menos de unos minutos es cuando se produce un apagón”, explica.
“El último apagón general fue en diciembre de 2001, hace más de veinte años. La diferencia es que entonces no se cayó ninguna torre, fue una avería, digamos, lógica, pero la infraestructura estaba intacta”, explica un segundo exdirectivo de la empresa pública, que prefiere no dar su nombre. Los dos expertos coinciden en que un eventual blackout en Valencia hubiera tardado días en reponerse, pues la lluvia produjo daños en las infraestructuras de transporte necesarias para acceder a los sitios donde había que hacer las reparaciones.
Para ambos, la DANA deja una lección. “La diversificación de fuentes de energía que tenemos en España es necesaria. Necesitamos centrales gestionables que no dependan de si hay sol o viento. Cuando empiezan las oscilaciones en la red hay que poder reaccionar, si no se hace nada, termina en apagón”, convienen.
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Fuente: Paula María (Textos)/Maite Vaquero (Gráficos)/El Mundo