El tejido empresarial, a semejanza de los seres vivos, nace, crece, a veces se reproduce, y muere, en un proceso de constante renovación, de extinción y creación de negocios que, en los últimos años, ha permitido mantener siempre por encima de los 3 millones la población de empresas activas, aunque con notables altibajos provocados por la crisis financiera y el Covid.
El problema es que España sufre una tasa de mortalidad empresarial superior al promedio europeo, con una esperanza de vida también inferior, con el consiguiente impacto negativo en el empleo y en el potencial de crecimiento. Así, aunque España ha creado más de 3,2 millones de empresas en las últimas tres décadas (entre 1993 y 2023), según un informe publicado ayer por Informa D&B, gran parte se ha ido quedando por el camino.
De hecho, según el documento, solo el 17% de las compañías constituidas en 1993 siguen hoy activas, el 83% restante ha desaparecido. Si se toma como referencia 2003, la situación no mejora sustancialmente: casi el 80% de las empresas creadas ese año engrosan el nutrido cementerio empresarial español frente al 20% que permanecen activas, mientras que de las constituidas hace una década, en 2013, solo sobrevive menos del 35%.
Según estimaciones recientes, en 2024 la esperanza de vida media de las empresas al nacer ni siquiera alcanza los 8 años, aunque más de la mitad de las compañías que se crean no superan los cinco años.
Las causas de los naufragios empresariales
Aunque las causas de este abundante naufragio empresarial son múltiples: deficiencias en la gestión, inadecuado enfoque empresarial, desconocimiento del mercado, reducido tamaño, alto endeudamiento… los expertos advierten de que “las condiciones macroeconómicas y, sobre todo, las políticas fiscales pueden tener un efecto profundo y devastador en la viabilidad de las empresas”, señalaba en un análisis publicado a principios de año el economista Pedro Juan Martín Castejón, miembro del Consejo General de Economistas (CGE).
De hecho, la publicación de estos datos sobre creación y supervivencia de empresas ha coincidido con diversas llamadas de atención del empresariado al Gobierno sobre el impacto negativo que tanto para la competitividad empresarial como para la del conjunto de la economía representan el aumento de la presión fiscal, de las cotizaciones sociales y de las cargas burocráticas.
Así lo refleja una encuesta publicada el martes por el Círculo de Empresarios, donde más del 74% de las empresas sondeadas advertía de que la elevada carga impositiva es un factor “que perjudica notablemente la competitividad de las empresas” españolas respecto a sus rivales internacionales. Mientras, el mismo día, el presidente del Instituto de Empresa Familiar, Ignacio Rivera, si bien asumía el papel de la empresa para sostener el Estado del Bienestar por la vía del pago de impuestos, advertía de que “la presión fiscal en España ya es alta”, así como de la necesidad de preservar la competitividad. Fuente: J.D, de Expansión