Se estima que las personas pasamos hasta un 90 % de nuestro tiempo en interiores: en ellos vivimos, dormimos, trabajamos, nos divertimos y, en definitiva, desarrollamos gran parte de nuestras actividades diarias.
Así, no es de extrañar que sean también uno de los principales consumidores de energía y contaminantes de nuestra sociedad. Según los datos más recientes ofrecidos por la Unión Europea, los edificios son responsables del 40% del consumo energético del Viejo Continente, así como del 36 % de sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Si unimos ambos factores, su papel esencial y el gran peso en materia medioambiental y energética, y los englobamos en un contexto como el actual, donde las crisis climática y energética marcan tanto las tendencias de demanda por parte de la sociedad, como legislativas por parte de las administraciones, solo podemos llegar a una conclusión: si queremos mantener nuestra calidad de vida sin que suponga un deterioro aún mayor del medio ambiente, necesitamos hacer que los edificios sean lo más sostenibles posible.
Eficiencia y sostenibilidad: tendencias que marcarán el futuro de la edificación
Así, no es de extrañar que al abordar cómo serán las ciudades y los edificios del futuro, la sostenibilidad y la eficiencia sean las absolutas protagonistas de la conversación.
Lo son, además, porque la gran revolución tecnológica que está guiando la transformación de estos espacios, la digitalización, tiene entre sus principales beneficios la mejoría de ambos aspectos. Una digitalización que, en el caso de las edificaciones, tiene a los dispositivos conectados como su principal caballo de batalla. Esto se demuestra al observar que son el tipo de solución tecnológica que más está creciendo a lo largo del presente siglo, pasando de un dispositivo conectado por persona en 2013, hasta los actuales nueve, y con previsiones que hablan de más de 50.000 millones de dispositivos conectados en todo el planeta para 2050.
Aunque la seguridad, el nivel de personalización del entorno y, sobre todo, la comodidad sean siempre los grandes eslóganes que nos vienen a la cabeza cuando hablamos del Internet de las Cosas, su capacidad de gestionar y controlar nuestro consumo energético – y con él gran parte de nuestras emisiones – siempre ha sido, es y será el principal beneficio aportado por estos dispositivos.
En concreto, se estima que empleando dispositivos conectados que permitan un análisis, control y gestión inteligente de parámetros como la luz, la temperatura y la energía empleada en un edificio, se puede ahorrar hasta un 20% de consumo en el mismo y reducir las emisiones de CO2 en un 15 %.
Sin embargo, aunque estos dispositivos son la cara visible del mundo conectado, lo cierto es que, para que todos estos dispositivos han de contar con una pieza indispensable y quizás más desconocida, los nodos IoT, que son los encargados de recibir la información de su actividad, ordenarla y comunicarla a una plataforma superior para su gestión.
Nodos IoT normalizados para crear infraestructuras de red y edificaciones más eficientes
Televés realiza su labor como actor principal en el desarrollo de las ciudades y de edificios inteligentes. Como impulsora de las principales revoluciones tecnológicas que ha experimentado el sector de las infraestructuras de comunicaciones, extrae de todas ellas un conocimiento clave: no hay revolución sin normativa sobre estandarización.
En el caso de los edificios, el entorno de digitalización del edificio debería ampararse bajo la ICT, un ejemplo de éxito a nivel mundial de cómo garantizar servicios de interés general de la población, como serán también los de seguridad, eficiencia energética y salud.
Para la infraestructura del edificio, su control y configuración debería pertenecer a la Comunidad del mismo, ente encargado de ejercitar el derecho a decidir qué servicios contratar y ofrecer en un marco de libre competencia. Sin embargo, para que esto sea posible, es necesario que la regulación establezca un claro punto de interconexión entre el edificio como cliente y los suministradores, así como los operadores de servicios; por lo que dicha regulación debería ser creada bajo el consenso entre todos los actores involucrados.
Por último, si queremos que la normativa no solo ayude a la evo lución de servicios. sino que esta fomente la libre competencia, el escenario de un edificio sensorizado y monitorizado ha de hacerse bajo estándares tecnológicos abiertos.
Si bien es cierto que sea cual sea el marco que relacione un edificio con unidades de convivencia superiores es un ámbito de aplicación de las normas semánticas, habría que destacar su importancia en el ámbito turístico, identificando como tal hoteles, residencias y similares, edificios estructurales como aeropuertos, puertos y estaciones y el ámbito de ciudad y destino como ámbito específico para el turismo.
En concreto, se necesita una norma de semántica del hotel como edificio. Y su redacción y aprobación está ya en proceso, asegurando la compartición de datos e información entre el hotel o residencia y el destino turístico conforme a UNE178501 y disponiendo de una plataforma interoperable conforme a UNE 178104.
La semántica es una condición imprescindible para desarrollar la implantación de los edificios inteligentes y conectados en cualquier entorno y para cualquier uso, pero con especial particularidad en hoteles y residencias en destinos turísticos.